(Las Provincias, 11.11.09)
¿Se acuerdan ustedes de cierto episodio en el que un ciudadano árabe se apoderó de su hijo y lo retuvo en su país islámico sustrayéndolo a la custodia de la madre europea con la que había mantenido una relación?. Fue un asunto sonado que despertó las más vivas polémicas. Incluso se hizo una película sobre ello. Bueno, realmente la polémica no fue tal ya que la opinión pública occidental fue unánime en rechazar con vigoroso vituperio la maniobra paterna y en ponerse incondicionalmente del lado de la madre dolorosamente privada de su hijo.- Hoy ha quedado visto para sentencia en Estados Unidos el juicio celebrado contra una madre española que sustrajo (y que aún mantiene en España) a su hijo habido con un ciudadano del citado país americano. Digo como inciso, que me resulta pueril el alegato final, de apenas diez minutos, de la defensa. Según ésta última “la decisión de la madre quizás no fue la mejor pero fue la que creyó más conveniente”, la cual nos sitúa absurdamente en los infinitos argumentos que podría esgrimir cualquier delincuente basados en ese hacer lo que a uno más le conviene. No se cual será el fallo, pero hay algo en toda esta historia que echo de menos. No veo que, de modo especial, se haya suscitado ninguna tensión en la opinión pública como en el caso del primer suceso que he citado; ni he observado, al menos en la prensa de aquí, ninguna tendencia a considerar el dolor de un padre privado de su hijo. Y eso, señores, ¿qué quieren que les diga?, pues como que no lo termino de ver claro...
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